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la pérdida.
El proceso psíquico se desarrolla de una forma muy lenta y dificultosa en razón
de que debe realizarse sin la presencia de los elementos habituales del duelo:
acceso al conocimiento de las circunstancias de la muerte; desconocimiento del
paradero del cadáver; y, en consecuencia, imposibilidad de desarrollar las
prácticas rituales como la velación y el funeral a través de las que se elabora la
respuesta social solidaria.
El proceso de duelo, como la reacción normal a la pérdida de un ser querido, es
sustituido por la melancolía, que "...se caracteriza psíquicamente por un estado
de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo
exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones
y la disminución del amor propio. Esta última se traduce en reproches y
acusaciones, de que el paciente se hace objeto a sí mismo, y puede llegar
incluso a una delirante espera de castigo." (74)
María Lucila Pelento y Julia Braun de Dunayevich, partiendo también de un
marco conceptual psicoanálitico, con relación a la imposibilidad de desarrollar el
duelo y partiendo de que "...desaparición y muerte producen en el psiquismo
efectos diferentes" afirman que en su lugar se producen "a) la existencia en el
espacio de la mente, primero de un objeto desaparecido y luego de un muerto
sin sepultura; b) la pérdida del microgrupo social de referencia y de pertenencia
y c) la pérdida del macrogrupo social." (75)
Dada esta situación, el trabajo psíquico se realizaría con base en el modelo de
vacío, relleno y reestructuración. El vacío es inducido por la desaparición y
reemplaza a la ausencia. No es posible la elaboración de la pérdida ni la
recuperación simbólica de lo perdido. Esto desarrolla expectativas psíquicas de
reencuentro con lo perdido, lo que a su vez produce cada vez más sentimientos
de vacío y desamparo.
En el nivel social, el vacío se observa como la "disgregación del microgrupo de
pertenencia, cuando éste sucumbe al pánico y al terror al contagio,
produciéndose (...) la pérdida de (...) la 'representación grupal' (...) que
constituye la representación mental de lo social, sostén de la identidad, que
incluye el discurso social portador de las normas de interacción y los valores e
ideales sociales (...) (que) produce (...) una cualidad de desorganización mental
que desencadena en el sujeto una crisis de identidad." (76)
A nivel macro, la sociedad llegó a una "situación de irracionalidad. Se
desatendieron las reglas habituales de convivencia, surgieron otras reglas
enigmáticas no enunciadas que impidieron toda comprensión de los derechos y
deberes de los ciudadanos. (...) Se perdió el referente de la culpa. (...) Gran
parte de la sociedad estuvo sumida en una conspiración de silencio y apeló a la
renegación (...) se produjo ... un estado de alienación."(77)
Como tal estado de alienación el documento citado conceptúa que "...es la
consecuencia de un sistema social y de poder en el que el estado amenaza de
muerte a todo opositor, (...) el sujeto debe evitar percibir lo que percibe y
fantasear y pensar acerca de lo que sucede. Lo descrito tiene lugar en
situaciones de terrorismo de estado, produciendo en el macrogrupo social, un
vacío de percepción, fantasías, pensamiento y palabras: un vacío de conflicto y
sufrimiento."(78)
Este vacío es ocupado por el relleno, constituido por una serie de fenómenos
como la intensificación de lo fantasmático, predominio del pensamiento mágico,
conductas ritualizadas, rituales obsesivos, fenómenos de repetición,
pseudoalucinaciones y surgimiento de mitos. Esta situación es posible
observarla en países como Guatemala, en donde las prácticas sociales referidas
a la desaparición y la posible muerte de miles de personas han sido
"elaboradas" psíquicamente apoyándose en este tipo de recursos.
Pero lo más grave es que la pérdida de valores, la ausencia de la ley, la
imposibilidad de elaborar la realidad, son sustituidas por la vinculación al
autoritarismo, las fantasías y falsos ideales ligados al individualismo y a las
cosas materiales.(79)
La reestructuración está ligada a la reaparición. Esta adquiere el sentido de la
reparación de los daños individuales y sociales ocasionados y pasa por el
reconocimiento social de la verdad.
5.3 LOS EFECTOS PSICOSOCIALES
5.3.1 LAS INDUCCIONES GENERADORAS DE CONSENSO
Como se apuntó atrás, el refinamiento de la desaparición forzada como método
represivo incluyó el desarollo de mecanismos psicológicos para el efectivo
control político de la sociedad.
Estos mecanismos, apoyados en sentimientos de pertenencia social de los
individuos y su necesidad de desarrollar actitudes apropiadas con las demandas
sociales, tienen como objetivos:
- generar consenso con relación a las prácticas terroristas del Estado: obtener
legitimidad;
- deslegitimar a las víctimas de las desapariciones; y,
- garantizar su impunidad.
Esto fue logrado, en gran medida, por medio del control de los medios de
comunicación a través de los cuales se indujeron creencias y conductas sociales
sustituyendo aquellas prevalecientes en una sociedad que se desarrolla dentro
de parámetros considerados como civilizados y normales.
El vacío social producido con las desapariciones, no fue llenado, como
normalmente debió haber sido, por la condena total proveniente de la sociedad
en contra de la ominosa práctica. Esta, en ejercicio de sus facultades de hacer
justicia, debió castigar a los responsables. La justicia fue sustituida con una serie
de enunciados en los que la verdad social fue silenciada; además, se negó a los
desaparecidos o se los dió por muertos; se consideró la labor de los opositores
como inadaptación y enfermedad mental; y, se trastrocó la asignación de culpa.
Combinando campañas de propaganda con el terror más descarnado, los
desaparecedores lograron inscribir en la conciencia social que los desaparecidos
eran los responsables de su propia desaparición debido a su labor opositora.
Las víctimas fueron despojadas de su calidad humana y social, haciéndolos
aparecer en condiciones de objetos -sin derechos, sin identidad- sobre los
cuales es posible descargar la ira omnipotente del poder.
Las inducciones más importantes son:
- inducción al silencio: los familiares de las víctimas no hacen públicas sus
sospechas y sus acusaciones sobre la identidad de los secuestradores, los
medios masivos de comunicación no le dan cabida al problema, las instituciones
encargadas de ejecutar las leyes no actúan;
- inducción de culpa: ésta se apoyó en el papel de la familia como transmisora
inicial de ideología y valores y en la responsabilidad de los padres acerca del
cuidado y atención de los hijos; preguntas como "¿cómo educó a su hijo?" o
"¿sabe dónde está su hijo en este momento?" aparecieron en afiches en las
calles y en mensajes de radio y televisión en países como Argentina y
Guatemala;
- inducción a considerar a la oposición política como inadaptación social: el que
no se pliega a los mandatos del poder es hecho aparecer como alguien ajeno a
la sociedad, como un ser ajeno, extraño y hasta loco. La disidencia es un
sinónimo de enfermedad mental y de culpabilidad;
- inducción de que la desaparición es una prueba fehaciente de culpabilidad: la
aceptación de ésta crea una falsa sensación de seguridad personal, en el
sentido de que si uno se mantiene al margen no le va a suceder nada: "el que
nada debe, nada teme". Las víctimas son siempre "culpables" de oponerse a los
enunciados del poder: "en algo andaba";
- inducción a dar por muertos a los desaparecidos: en diversos países se
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